La luna suavizaba su brillo en las baldosas rosas del patio
Teníamos la vaga conciencia del jazmín.
Una brisa traía de las estrellas lejanas
un mensaje milenario y misterioso.
Ceremoniosos sonaban violines y bandoneones.
Alguien propuso:
- Bailen un tango, Lelia y Rodolfo.
Y después de unos amagues, se juntaron.
Se hizo la rueda, y esperaron, como recordando.
Y comenzaron a pasearse por el caminito
que le trazaba la música a los pies.
Ella tenía los labios rojos, el vestido negro y un prendedor con falsos rubíes.
El, un traje oscuro y el pañuelo perfumado asomando en el bolsillo.
Uno, que no olvidó,
los mira.