domingo, 20 de diciembre de 2015

Palabra rota



Te
vas y
vuelvo a
mis cosas
pero a
mis
cosas han de
faltarle otras.
Al
puchero
sal
miel
a la fruta
al vino
color
y sol
luz
a los vidrios.
Tiempo
a la urgencia
sueño
al dormir.
Arena
s al
desierto
pa
labras
alabla.

Te vas 
se le va
el trigo
al pan
al fuego
calor
vapor
a la nube
semilla
a la flor
al niño
candor
al tri
no
so
nido
a la pluma
temor.

Te vas y
si no vuelvo
a verte,
ciego
quedo
y sordo
Mudo
y des
almado.
Te vas y no
falta
amar
gura
al do
lor.
No tendrá el espejo,
más
la ocasión
de
tu sombra
Y mi sombra
e
voca
tu bo
ca
cada
mañ

ana.




Música solitaria de balcón





La luna, arrinconada por los edificios.
Plateada lata sobre islas remotas.
Una nube aguda  le aguja un ojo.
Ribetes de oro rodean la.
Alguien se ha bañado, y esparce aromas 
de jabón y 
loción.
Un perro ladra, un gato aúlla.
Qué estoy haciendo por cuánto tiempo
pregunto.



Herencia







Mi niño, ya no puedo abrazarte
¡para mi eres un álamo!
Y sin embargo
quiero hacerte un nido 
para despiojarte en días de invierno
como cuando,  antes de ir a la escuela
te lavaba los cabellos con agua y vinagre

Tus cabellos eran una onda suave
de mar, de jinete y sol de otoño,
aire de montaña 
curva de sendero.

Estás entrando a la vida
¡hay sombras, hay acechos de muerte!
no veas más que los frutos rojos
de esos arbustos del paseo
que hay frente a tu casa 
y para nada
me esperes. Avanza, avanza.
Despídete, salúdame allá 
desde el horizonte

donde te veo partir, volar, ¡viajar!.




Tema de Lara




Ahora, hoy, no son lobos en la noche.
Son perros domésticos, ordinarios, llenos de pulgas,
babosos con sus dueños, esclavos en el umbral.
Hacen presente la noche, la noche bajo la lámpara
donde estás, sombra, instante, silencio
entre dos golpes.
Ni el aullido bajo la ventana puede hacer que seas
algo más que un tímpano para la muerte,
Lara, nadie quedará
después del paso de los vagones
en la nieve.









La torturadora



La

maestra de piano
que me
golpeaba
los dedos
contra el teclado
hizo que me
quede sin dedos,
sin manos,
por no sentir
un con
tacto tan
malvado.

La
que me
desabonó
de mis manos
estará, hoy,
también
igual?,
en su casa con
su gato y su madre
y alumnos
mal
vones
que nunca
volverán
a tocar
piano?

Solos, ni ella ni yo
pudimos
hacerle el amor
al piano.

Dos, ella y yo
tan iguales
en nuestras vidas
con golpes
de piano.






Adivinanza



Como la luna
ella puede aparecer
al atardecer.

O al despertar
se puede quedar
hasta desaparecer.

Cuando la olvidás
te nombra.

Te visita
cuando dormís.

Es una flor de noche,
alguien que baila 
en el jardín.


Posa un dedo mágico
en tu espalda.

Sopla sobre el fuego
que se apaga.


La esperanza.



El manco


Hoy vi pasar 
por la vereda contraria
a un hombre manco
que caminaba apurado
como si tuviera vergüenza
del muñón de su brazo.
Y pensé 
¡ay!
¡si me faltara una mano!
no me consolaría
tocar 
sólo uno 
de tus pechos,
no me consolaría
abrazar 
sólo un paño
de tu espalda,
no me consolaría
caminar juntos
del mismo lado
Si me faltara 
una mano
algo de vos 
me faltaría
mucho más 
que una mano
un tesoro 
de cinco yemas
me faltaría 

¡qué alegría
que no me falte una mano!



Las Amistades Peligrosas



Éramos tres amigos.
Nos conocimos en un afán
durante un tiempo.
Cuando nos reuníamos dos
criticábamos al tres.
( no me salvé)
Una amistad así
puede durar.
Unidos por
el que no vino.
Dos cumplimos el afán.
Seguimos viéndonos
con irregularidad.
Uno de nosotros comprendió
que era inútil seguir.
Se fue, no lo volvimos
a ver. Ahora
los dos
que quedamos

no nos podemos ver.




jueves, 10 de diciembre de 2015

Otoño




Otoño guarda sus oros - como un avaro cuenta sus monedas,
y en sazón quedan su miel y sus aceites
hasta que la Musical Doncella le reclame
los frutos de septiembre.

Pero aquél que se muestra lustroso de ocres y caobas
sólo tendrá la ceniza que desciende  muda
tamizando el sendero donde más enérgicos
pasos resuenan.

Y no le son extraños, sino que
han estado creciendo a la vera
de una vigilia de dulce tiranía
que procura extenderse
más allá de los cielos
y de los infiernos.

Son ojos de un Otoño que no repliega párpados;
fingiendo comprender deja pasar lo vivo
para unirse al sueño.

Y en él tal vez seas tú la que me espera,
reunidas las suaves manos en la quieta penumbra

indecisa del alba y del crepúsculo.




El viento, la noche. Otra vez el viento, otra vez la noche



Abro la ventana.
El viento trae un olor espeso.
En aquellas casuchas junto al río de hierro,
alguien asa unas cebollas.
Un delgado hilo como una pregunta que agoniza
cae al confín de un cielo borroneado
cuyo azul se degrada en violetas.

El viento se mueve como una anguila en la zanja.
Se envuelve y desenvuelve, felino, sensual.

Estoy amoroso de ti, y sin tenerte.

El viento sacude en mi oído una hojarasca,
y suena pujante la música de Brahms.

Un ángel danza entre un ajedrez de nubes.
Astuto el ángel llama a quien por ley acude.

Estoy amoroso de ti, y sin tenerte.


Vendrás, sin ley, cuando ya no te espere.


Tu no eres



Tu no eres un alado ser que desde alturas remotas descienda impetuoso
sino un pequeño pez que oculto en una onda recóndita del agua
sube a la fuente del río de mi vida con ágil aleta y silencioso asalto.

Resbalas y te deslizas por la intrincada geografía de mi carne
hasta alcanzar mi corazón dichoso y triste a la vez
al descubrir que sólo responde a tus mandatos.

Mi piel no se acostumbra a ti, y mi memoria 
guarda tantos recuerdos en infinitos pliegues
anudando cada uno a un deseo infinito.

Cada hora contigo tiene una mística embriaguez,
un signo que apenas vagamente se escribe
cuando la aurora tensa sus más tímidos velos. 


Primavera





En unos meses las yemas romperán sus envoltorios.
Arderán los pimpollos en sus tallos.
Una nueva lana rubiará al cordero
Y con nuevas alas romperá las nubes el halcón.

Corre.
La primavera te alcanza.
Corre.

Te perderás la primavera.



Lo perdido



Cuando, en el estanque
se remueve el barro del fondo
a veces, bajo el agua turbia
relucen algunos objetos
que cayeron o fueron
arrojados por un alma deseosa
de un desprendimiento
que le permitiera volar. Luego
al regresar el alma, sola en la orilla,
comprueba, bajo el moho
y el herrumbe,
que el dolor de aquel empuje
no cesa aún en lo perdido.
Si entonces
intenta rescatar
aquellas partes que fueron suyas
comprende
que ya no pueden ensamblarse
y que esos retazos
sólo son recuerdos de lo oscuro
mientras el plazo de vivir se acorta.
Regresa el alma entonces los objetos
al lecho frío lento en aquietarse
y antes de volver a volar, triste contempla
su piel desnuda aleteando hacia el fondo.




Dador



Dador

¡Ah, tu vertiente sibarita!, ¿recuerdas?,
las tardes de sandía cercenada a navajazos,
las moscas libando su sangre desvaída
desbordando la mesa, las semillas
como ojos de ciervo asustado
bajo la parra de uvas verdes
cerca de una enredadera de jazmines...

Y no teníamos descanso bebiendo la pulpa
de azúcar congelada. No había reglas,
sólo gozar del cuerpo asesinado y crujiente,
verde y liso de la sandía. El mentón bañado,
el exceso de la potencia terrenal
igualando la celeste desmesura del sol,
el inagotable brillo lunar
y el espejear de las estrellas.

¡Qué sencilla burla de la muerte!


Y después yo violaba la guitarra sacrílega
con la canción que siempre me pedías
y la canción que me prohibías siempre.
Mientras, en las leñas, un enjambre de chispas
latía en la noche consagrada
simulando la hoguera del diablo doméstico

que a través de los siglos renacía en nuestra casa.



Mujer Maíz


Mujer maíz
¡Qué extrañas e intensas son las horas
que tengo para recodarte, mujer de maíz!
Un dulce dolor me inunda
de doradas memorias  la noche vacía,
y la tierra inerte ahora me reclama
la estela de tu voz nombrando sus tesoros
como cuando, enlazadas las manos amorosas,
recorríamos los jardines dispersos del edén.

Si yo me hundía en mi oscuro destino
a pesar  del oficio de tu lumbre constante,
era por el aviso de mi remordimiento,
cuando soberbio como un falso albatros
quise elevarme a las cimas de la Fantasía
olvidando la esencia del maíz,
que saca su oro de un humilde terrón,
donde sutiles elementos filtran su gracia

y ascienden, por tu talle, hacia la luz.