Hay, sobre la mesa redonda
un tablero donde duermen
fatigadas figuras de marfil
y una mantilla que riega
por los siglos de los siglos
largos listones de rojo pino.
Hay una muñeca de raso
sentada en el nécessaire.
Sombreados de pestañas,
sus ojos de falso rubí
preguntan las preguntas
de una cabeza hueca.
Por los cristales entran las venas del día.
Un gusano cola
del diablo taladra enciclopedias.
Sobre el escritorio, el bisturí de alpaca
custodia el retrato del abuelo.
Todos han muerto, yo no los seguiré.
Yo moriré en una plaza, en la playa,
rodeado de árboles y pájaros.