Mi niño, ya no puedo abrazarte
¡para mi eres un álamo!
Y sin embargo
quiero hacerte un nido
para despiojarte en días de invierno
como cuando, antes de ir a la escuela
te lavaba los cabellos con agua y vinagre
Tus cabellos eran una onda suave
de mar, de jinete y sol de otoño,
aire de montaña
curva de sendero.
Estás entrando a la vida
¡hay sombras, hay acechos de muerte!
no veas más que los frutos rojos
de esos arbustos del paseo
que hay frente a tu casa
y para nada
me esperes. Avanza, avanza.
Despídete, salúdame allá
desde el horizonte
donde te veo partir, volar, ¡viajar!.
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